Niños y adolescentes

Tratamiento para niños y adolescentes

¿Para qué realizar terapia psicológica en niños?

La terapia psicológica para niños y adolescentes suele funcionar asistiendo a sesiones semanales con un psicólogo, que dependiendo del problema y de la evolución del paciente espaciará a sesiones quincenales o mensuales hasta acabar dando el alta terapéutica. Cada sesión de terapia psicológica para niños y adolescentes dura unos 60 minutos. Es común, involucrar a los padres en la terapia psicológica para niños y adolescentes, ya sea en una parte de las sesiones de sus hijos o en sesiones complementarias que llamamos, asesoramiento a padres, para realizar una correcta línea de trabajo. Las sesiones de terapia psicológica para niños y adolescentes se pueden realizar en persona en nuestro centro de Alicante de psicología y sexología, o con nuestros psicólogos de manera online en cualquier parte del mundo.

La primera sesión es donde contamos y analizamos el problema en profundidad y el psicólogo especialista en niños y adolescentes mediante su criterio y algunas pruebas diagnósticas, nos comentará qué nos pasa de manera comprensible y, sobre todo, cómo lo vamos a solucionar, mostrándote y consensuando contigo el plan de tratamiento y la duración. A esta primera sesión debe venir acompañado por alguno de los progenitores o tutor legal, con la intención de firmar el consentimiento del tratamiento y aportar información a la evaluación del problema del menor, será la psicóloga quien marque los tiempos y el cómo de esa primera sesión. A partir de entonces, las sesiones se centrarán en darle técnicas y estrategias prácticas al menor que pueda utilizar día a día, generando un hábito que se mantenga en el tiempo, a estas sesiones el menor ya puede acudir solo, o en los asesoramientos a padres, lo que hace el tratamiento más rápido y eficaz.

La terapia psicológica para niños y adolescentes se enfoca en atender los trastornos psicológicos característicos de esta etapa del desarrollo. Los más comunes son: Tristeza, miedos o fobias, problemas de conducta, falta de atención en la escuela, dificultad para aceptar límites, tristeza, dificultad para controlar esfínteres, agresión, aislamiento, timidez, etc. son algunos de los síntomas que puede presentar un niño ante distintos problemas y que pueden aliviarse a través de un tratamiento psicológico.

¿Para qué realizar terapia psicológica en niños?

¿Para qué realizar terapia psicológica en niños?

Mejora la calidad de vida.

Incrementa el bienestar.

Construye salud mental.

Desarrolla inteligencia emocional.

Incrementa las habilidades.

Minimiza el malestar emocional.

Desarrolla pensamiento positivo.

Mejora el rendimiento académico.

Aumenta su autoestima.

Previene de sufrir trastornos más graves en la edad adulta.

¿Qué hacer para ser atendido por el mejor profesional para mi problema?

Para recibir la mejor terapia psicológica para niños y adolescentes puedes rellenar nuestro formulario web o contactar por WhatsApp, contando las características básicas del problema de forma gratuita y totalmente confidencial, para que el centro pueda asignarte al mejor profesional y ya desde la primera sesión estés en las mejores manos.

Si tienes dudas respecto a si tu problema puede tratarse de manera online, no te preocupes, nosotros te aconsejaremos la mejor opción de tratamiento, basándonos en los muchos pacientes que hemos ayudado.

Así que no lo dudes, EMPIEZA EL CAMBIO.

Adicción

La adicción es una conducta de consumo excesiva e incontrolada, siempre ha sido asociada a una sustancia, como el tabaco, el alcohol o las drogas, y por tanto era más común en adolescentes, aunque en la actualidad, se ha incrementado el problema de adicción en nuestro país debido a que ahora se suman los niños desde edades muy tempranas, porque la adicción es a las nuevas tecnologías, en la mayoría de los casos, puede ser al móvil, a internet, a las redes sociales o los videojuegos.

Cuando se trata del tema de adicción en niños o adolescentes, es importante conocer qué parámetros convierten un consumo excesivo de algo, en una verdadera adicción. Puede darse en la mayoría de los casos un abuso o una dependencia hacia una sustancia o conducta, pero no hablaremos de una adicción hasta que el niño o adolescente no pueda controlar las ganas o necesidad y hará todo lo que pueda, incluso si es perjudicial para él o para su entorno, para poder realizar y satisfacer la adicción, descuidando otras áreas vitales, como el ámbito académico, su círculo social o sus actividades y tareas. Las adicciones más frecuentes que sufren los niños y adolescentes son:

  • Televisión: Suele ser la adicción más normalizada, porque nos hemos acostumbrado a su abuso. Sin embargo, a veces se presentan síndrome de abstinencia en los menores respecto a este aparato.
  • Internet y redes sociales: Generalmente esta adicción empieza a aparecer a partir de los niños de 10 años. Las redes sociales es una manera de tener contacto social, evadirse de la situación real y sentirse validados por su grupo de iguales, aumentando su autoestima. Suele generar un malestar muy grande cuando no se recibe el apoyo deseado o cuando no son conscientes de que el mundo real no se parece al que han visto en “Instagram o tiktok”. Es una de las adicciones más frecuentes, existen cada vez más dispositivos con los que poder jugar: ordenador, móvil, Tablet, consolas. Es difícil que el niño o adolescente no tenga la opción de estar en un videojuego.
  • Teléfono móvil: Este punto, puede indicar los tres anteriores, utilizamos el móvil para usar redes sociales, jugar a videojuegos o ver videos o series. Es muy difícil restringir su uso, incluso el menor lo utiliza dentro de clase.
  • Son las adicciones “clásicas”, como el tabaco, alcohol o las drogas. Normalmente se introducen para impresionar a su grupo de iguales o para refugiarse ante problemas sociales o problemas familiares.

¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene una adicción?

Es complicado saberlo, dependerá mucho de la adicción que padezca, pero existen puntos comunes en todas las adicciones, como los siguientes síntomas:

  • Ansiedad e irritabilidad cuando no está consumiendo su adicción.
  • Tristeza o depresión, pues ha dejado de lado muchos otros estímulos positivos en su vida.
  • Falta de concentración, no puede quitarse de la cabeza la idea de consumir esa adicción.
  • Síntomas físicos como nauseas, vómitos, dolores de cabeza o dolores musculares, taquicardia.
  • Alteraciones de sueño o alimentación.
  • Incapacidad de dejar el objeto de la adicción, pese a que lo haya intentado o haya consecuencias muy negativas para él/ella.
  • Aislamiento social y familiar.
  • Comportamiento impulsivo para satisfacer en todo momento la adicción.
  • Negación del problema, y si existe aceptación no puede controlar su conducta y dejar de consumir la adicción.

No se tiene que padecer todos los síntomas para tener un problema de adicción, estos parámetros nos sirven como banderas rojas para señalar un posible problema de mi hijo. Primeramente, debemos poner atención y valorar la posibilidad de acudir a un psicólogo especialista en niños y adolescentes.

 

¿Cómo puede la terapia psicológica a erradicar la adicción de mi hijo?

  • Identificar y hacer consciente al niño o adolescente de que nos encontramos en un problema de adicción y como está afectando esto en su vida.
  • Aprender pautas de autocontrol que le ayuden con su problema de abuso o adicción.
  • Reconocer y manejar sus emociones, evitando las conductas impulsivas.
  • Establecer limites de consumo y centrarnos en mejorar otros hábitos saludables, como alimentación o sueño.
  • Aprender técnicas de resolución de conflictos y habilidades de comunicación para aprender a saber pedir ayuda para los problemas que le desborden.
  • Aumentar su autoestima y confianza en sí mismo, viendo cómo va dando pasos hacia delante.
  • Dar pautas al resto de la familia para saber lidiar y manejar el problema de adicción del niño o adolescente.
Depresión infantil

La depresión infantil es un trastorno mental muy frecuente en niños y adolescentes. Es un trastorno del estado de ánimo que sufrirá 1 de cada 20 niños antes de cumplir 19 años. Los datos informan de que la mitad de estos niños y adolescentes no reciben un tratamiento para solucionarlo, arrastrándolo durante su adultez. Normalmente, los padres suelen subestimar los síntomas de depresión infantil, aunque presentan los síntomas de depresión que los adultos, pero con algunas características diferentes de la edad.  En acuerdo a esto, debemos atender a nuestros hijos y no minimizar el problema de depresión infantil, pues la depresión es la primera causa de suicidio en el mundo, y el suicidio es la tercera causa de muerte entre los adolescentes de 10 y 24 años, aumentando la frecuencia en los últimos años.

Otros trastornos del estado de ánimo que pueden parecer son; distimia (es como una depresión infantil más leve, pero de una duración de más de dos años), y el trastorno mental maniacodepresivo o trastorno bipolar (donde hay periodos en los que sufren los síntomas de la depresión infantil, intercalado con fases de demasiada euforia).

Durante los primeros cursos de primaria los trastornos del estado de ánimo suelen ser igual de frecuente en niños y niñas, pero a partir de la adolescencia, las mujeres suelen sufrir más depresión infantil.

Las causas que pueden llevar a un niño o a un adolescente a caer en depresión infantil pueden ser muy diversas. Pueden influir factores biológicos, es decir, si ha habido problemas de depresión en otros miembros de la familia, las probabilidades de que un niño con padres depresivos sufra el mismo problema se multiplican por cuatro. Pero también influyen los factores ambientales, por ejemplo: fallecimiento de alguien cercano, tener una familia desestructurada, dificultades académicas, rechazo de compañeros o bullying…

¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene depresión infantil?

Los síntomas que puede presentar un niño o adolescente en un trastorno de depresión infantil son:

  • Elevada irritabilidad, extrema ira u hostilidad.
  • Momentos de llanto o tristeza frecuente.
  • Sentimientos de desesperanza.
  • Disminución de su interés en actividades, o dificultad para divertirse en actividades que previamente eran sus favoritas.
  • Aburrimiento persistente.
  • Falta de energía o cansancio.
  • Aislamiento social o falta de comunicación.
  • Autoestima baja o sensación de culpa o responsabilidad por cosas malas que puedan pasar.
  • Sensibilidad extrema al rechazo o poca resistencia ante los fallos o errores.
  • Quejas frecuentes sobre problemas físicos (como dolores de cabeza, o de estómago, mareos, nauseas…) en los que no se encuentra causa médica.
  • Peticiones para faltar al colegio, o disminución del rendimiento escolar.
  • Problemas de concentración.
  • Cambio importante en los hábitos alimentarios o del sueño.
  • Conversaciones sobre intención de escaparse de casa.
  • Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse activa o pasivamente.

¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con la depresión infantil?

  • Ayudar a mi hijo a entender qué es la depresión infantil y que vea cómo está afectando esto en su vida.
  • Identificar y modificar las creencias erróneas o pensamientos irracionales que le hacen sentir mal y provocar la depresión infantil, por otros más realistas y adaptativos.
  • Gestionar sus emociones, mejorando su inteligencia emocional y aprendiendo tener una respuesta correcta ante cada una de ellas.
  • Aumentar en técnicas de resolución de problemas y resiliencia.
  • Aumentar la conciencia en habilidades agradables, estableciendo metras y experiencias que le ilusionen y le ayuden a salir de la depresión infantil.
  • Trabajar sobre la causa que este provocando la situación de depresión infantil.
  • Darle habilidades de comunicación para saber cómo pedir ayuda ante momentos de recaída o dificultad de la depresión infantil.
  • Aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo.
  • Dar pautas al resto de la familia para saber lidiar y manejar el problema de depresión infantil, contribuyendo a su recuperación.
    Ansiedad y estrés infantil

    Se dice que un niño o adolescente padece ansiedad y estrés infantil si se producen una serie de cambios a su alrededor que no es capaz de gestionar correctamente, mostrando emociones de irritabilidad, nerviosismo, alteración conductual o desborde y llanto. Es importante dedicar atención al problema de ansiedad y estrés infantil para que no se haga crónico, llegando a la edad adulta con una personalidad ansiosa.

    Las causas por las que un niño o adolescente sufre ansiedad y estrés infantil pueden ser variadas, pero todas tienen en común un cambio, una situación novedosa donde existe novedad y miedo a lo desconocido. Pueden ser cambios negativos, como la muerte de un ser querido, un divorcio o problema entre los padres, enfermedades del propio niño o adolescente o de un familiar querido, un aumento de tareas excesivo, bullying, todos estos motivos pueden generar entendiblemente un problema de ansiedad y estrés infantil, pero también puede ser por cambios neutros o positivos como un cambio de colegio o cambio de casa. Es decir, cualquier cosa que suponga una novedad en su vida a la que no se están adaptando correctamente. Puede que para algunos niños o adolescentes sea un cambio normal, pero para otros puede suponer un mundo nuevo al que no saben cómo enfrentarse, sintiendo ansiedad y estrés infantil.

    ¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene ansiedad y estrés infantil?

    Los niños o adolescentes muchas veces no son conscientes de la situación de ansiedad y estrés infantil que están sufriendo, por eso es importante que los padres vigilen esta sensación de bloqueo del menor y la siguiente lista de síntomas de ansiedad y estrés infantil:

    • Cambios en el apetito, o dejan de comer o tienen mucha hambre.
    • Dolores de cabeza o de estómago constantes.
    • Pesadillas, problemas de sueño o dan pasos hacia atrás en el proceso de dormir solos.
    • Aparición de repente de problemas de micción o enuresis, cuando hace tiempo que estaba superado.
    • Cambios en el estado de ánimo constantes: rabietas, llanto, comportamiento agresivo o nervioso.
    • No quiere quedarse solo o alejarse del adulto de referencia, generando problemas de apego.
    • Se empieza a volver más miedoso, apareciendo nuevas situaciones que le aterran.
    • Le cuesta concentrarse en las tareas escolares o en tareas que conlleven concentración.
    • Taquicardias, dolor en el pecho, mareos o síntomas de ataques de pánico.
    • Empieza a tener tics.
    • Habla agitadamente y entrecortado.

    Si ves reflejado estos síntomas de ansiedad y estrés infantil en tu hijo, debes saber que es algo que no se pasará solo, lo normal es que este problema pueda empezar a causar otros que empeoren a un más el problema, como faltas constantes a clase que le hagan bajar el rendimiento escolar, empeoramiento en las relaciones sociales, baja autoestima, refugiarse en una adicción o generar un trastorno de personalidad o un trastorno de ansiedad en la edad adulta. Por tanto, es importante intervenir cuanto antes.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con su problema de ansiedad y estrés infantil?

    • Ayudar a mi hijo a entender qué es la ansiedad y estrés infantil y que vea cómo está afectando esto en su vida.
    • Identificar y modificar las creencias erróneas o pensamientos irracionales que le hacen sentir mal y provocan la ansiedad y estrés infantil, por otros más realistas y adaptativos.
    • Gestionar sus emociones, mejorando su inteligencia emocional y aprendiendo tener una respuesta correcta ante cada una de ellas.
    • Aumentar en técnicas de resolución de problemas y resiliencia.
    • Aumentar la conciencia en habilidades agradables, estableciendo metras y experiencias que le relajen y le ayuden a salir de la ansiedad y estrés infantil.
    • Trabajar sobre la causa que este provocando la situación de ansiedad y estrés infantil.
    • Darle habilidades de comunicación para saber cómo pedir ayuda ante momentos de recaída o dificultad de la ansiedad y estrés infantil.
    • Aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo.
    • Dar pautas al resto de la familia para saber lidiar y manejar el problema de ansiedad y estrés infantil, contribuyendo a su recuperación.
    Fobias y miedos infantiles

    Las temores y miedos cursan con una emoción que se caracteriza por una sensación intensa y desagradable, que es provocada por percibir un peligro, puede ser real o no. Esta sensación de miedo o aversión es natural ante riesgo de amenaza o peligro en todos los animales, incluido el ser humano, y es común en el desarrollo de un niño, suelen aparecer ciertos tipos de miedo coincidiendo con distintas edades, pero en general, estos temores se pasan solos y no generan un malestar intenso en el niño, y conforme el niño madura se va, es lo que llamamos “miedos evolutivos”.

    Pero las fobias y miedos infantiles son miedos que se sufren con gran intensidad, son irracionales y completamente desproporcionados a la situación de peligro que puede generar la situación u objeto, que en la mayoría de ocasiones no supone una amenaza real (insectos, oscuridad, etc.) puede generarse así, una fobia y miedo infantil que genera ansiedad y repercute negativamente en el bienestar del menor y de su entorno.

    Las fobias y miedos infantiles más frecuentes son:

    • Fobias y miedos infantiles a la oscuridad: Suele aparecer sobre los 2 años, y aparece en un 33% de los niños, suele disminuir a los 8-9 años. Puede estar relacionado con otras fobias y miedos infantiles como la separación, seres malignos imaginarios, ruidos y abandono. Si persiste a mayor edad o la intensidad de esa fobia y miedo infantil no deja llevar una rutina correcta, puede necesitar ayuda psicológica.
    • Fobias y miedos infantiles a la separación: Es uno de los miedos más comunes entre los humanos, se manifiesta cuando las personas de referencia a las que el niño está vinculado, el niño no quiere que su figura desaparezca, lo normal es que este temor vaya desapareciendo a los 6 años, si supera esta edad o la fobia y miedo infantil es muy intenso podríamos estar hablando de un trastorno de ansiedad por separación.
    • Fobias y miedos infantiles escolares: Se suele dar ante situaciones o elementos concretos del ámbito académico, es decir, ante asignaturas específicas, repetir curso, quedarse en el comedor, los exámenes, hablar en público, relacionarse con compañeros… En este caso, lejos de bajar su intensidad conforme se hacen mayores, aumentan y tienen su auge durante la adolescencia, uno de los trastornos que pueden sufrir es la fobia escolar o la fobia social, que pueden llevar a problemas de ausencias escolares, baja autoestima y problemas sociales si no se trata psicológicamente.
    • Fobias y miedos infantiles médicos: Se genera miedo al dolor, a los procedimientos médicos y a todo lo que tenga que ver con el ámbito sanitario (medicamentos, inyecciones o vacuna, sangre, batas. El tener experiencias positivas va reduciendo esta fobia y miedo infantil.
    • Fobias y miedos en la adolescencia y preadolescencia: A parte de las ya mencionadas fobias sociales o fobias escolares, se generan miedos respecto a su aspecto físico o respecto a actividades donde tengan que mostrar habilidad. Es importante trabajar la ansiedad y la seguridad en sí mismo en este tipo de casos.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo a superar su fobia y miedo infantil?

    • Hacer consciente al niño o adolescente de su problema de fobia y miedo infantil, y hacerle ver cómo está afectando en su vida.
    • Ayudarle a generar otras estrategias de conducta que no sea evitar o escapar de la situación que le genera fobia y miedo infantil.
    • Exponer exponencialmente al niño o adolescente a la situación que le genera fobia y miedo infantil, de manera controlada reduciendo su ansiedad o miedo.
    • Gestionar emociones, saber cómo actuar ante la ansiedad y el miedo.
    • Identificar y modificar las creencias erróneas o pensamientos irracionales que le hacen sentir mal y provocan esa fobia y miedo infantil, por otros más realistas y adaptativos.
    • Aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo, hacerles ver que son capaces de superar retos y situaciones.
    • Educar a la familia para eliminar conductas que puedan estar aumentando la fobia y miedo infantil, y enseñar otras que ayuden a generar confianza en el niño o adolescente.
    Problemas sociales

    Cada vez son más frecuentes encontrarnos casos de problemas sociales en niños y adolescentes. Los problemas sociales se producen por tener un bajo entrenamiento en las habilidades sociales, es decir, las habilidades que nos permiten relacionarnos de forma correcta con otras personas o con el entorno. Estas habilidades se empiezan a desarrollar en la infancia y vamos ganando habilidad con el paso del tiempo, por tanto, es normal que los niños o adolescentes puedan experimentar problemas puntuales de problemas sociales. Las principales habilidades sociales son: apego, empatía, respeto, escucha activa, asertividad, cooperación, comunicación, negociación, autocontrol y comprensión.

    Aunque, si estos problemas sociales persisten en el tiempo y no se toman medidas para solucionarlo, puede generar en el menor una timidez extrema, miedo o fobia social, una baja autoestima o problemas emocionales como ansiedad o depresión, haciéndose crónico hasta la edad adulta, haciendo que no desenvuelva con independencia o soltura social.

    ¿Cómo saber si mi hijo tiene un problema social?

    • Timidez, al niño o adolescente le cuesta mucho o evitar interactuar con otras personas.
    • Suele preferir actividades en solitario, tendiendo al aislamiento o individualismo.
    • Autoestima baja, no confía en sí mismo o cree no ser suficiente.
    • Miedos o fobias a situaciones sociales, como exponer en público, apuntarse a alguna actividad nueva.
    • Falta de empatía, no sabe ponerse en el lugar de la otra persona.
    • Falta en el control de emociones, cuando se expresa lo hace de manera muy eufórica o muy irascible.
    • Le cuesta seguir las reglas o esperar a su turno, y puede mostrarse agresivo y no respetar los derechos de los demás.
    • No sabe defender sus derechos o decir que no, acabando sometido frente a otros niños.

    ¿Por qué mi hijo tiene un problema social?

    • Puede faltarle aprendizaje. El niño o adolescente no ha tenido ocasiones suficientes para practicar. Y esto puede deberse a padres sobreprotectores, vivir en una localización más aislada, enfermedad durante la infancia, que le haya hecho no generar las habilidades sociales suficientes, generando problemas sociales.
    • Trastornos de aprendizaje no verbal. El niño o adolescente tiene dificultades en comprender las emociones, el lenguaje corporal, la entonación…y puede sufrir malentendidos que lleven a problemas sociales.
    • Trastornos de déficit de atención e hiperactividad. Suelen no concentrarse en las conversaciones o juegos y se comportan de forma impulsiva, lo que les genera una etiqueta de travieso o desinteresado, que generan rechazo social y, por tanto, un problema social.
    • Baja autoestima. El no confiar en sí mismo y en su criterio, le hace muy manejable a manos del grupo de iguales, pudiendo llegar a sufrir bullying u otros problemas sociales.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo a resolver su problema social?

    • Reconocer que habilidades sociales concretas tiene que mejorar el niño y adolescente y cómo está influyendo este problema social en su vida.
    • Dar herramientas y estrategias para mejorar las habilidades sociales.
    • Generar un espacio seguro y sin juicio, donde entrenar esas habilidades sociales para que el niño o adolescente se sienta seguro.
    • Aprender a gestionar emociones, como la ansiedad, el miedo o la ira que pueden estar influyendo en su problema social.
    • Identificar y modificar las creencias erróneas o pensamientos irracionales que le hacen sentir mal y provocan los problemas sociales, por otros más realistas y adaptativos.
    • Aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo o sus habilidades.
    • Mejorar las habilidades de afrontamiento y resiliencia.
    • Dar pautas a la familia para que sepa lidiar y manejar este problema social de su familiar.
    Problemas de conducta

    Muchos niños tienen a diario problemas de conducta con sus iguales (compañeros de clase, amigos…) o con sus educadores (padres, profesores, cuidadores…). Muchos de estos problemas de conducta son menores o temporales y son el resultado de situaciones especiales que se presentan todos los días en el hogar o en las escuelas. Pero cuando estas dificultades, situaciones o problemas de conducta surgen con una intención clara, continua y persistente por parte del niño de no obedecer, cuando estos problemas de conducta se agravan, se intensifican y se dan a diario, es necesario prevenir para que no se produzca un trastorno que está directamente relacionado con el comportamiento antinormativo, como Trastorno Negativista desafiante, trastorno explosivo intermitente o trastorno de conducta, en los casos más agravados.

    • El trastorno negativista desafiante. Se define como un patrón frecuente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil hacia las figuras de autoridad, con una duración de al menos 6 meses y por tanto caracterizado por un enfrentamiento continuo con los adultos y con todas aquellas personas que tienen rasgos de autoridad especialmente dentro de la familia y el entorno escolar. A menudo estos problemas de conducta ocurren con el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Los estudios muestran que entre el 40 % y el 60 % de los niños/adolescentes con TDAH también tendrán un problema de conducta como el trastorno negativista desafiante en algún momento de sus vidas.
    • Trastorno explosivo intermitente. El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por una falta de control de los impulsos que se manifiesta por estallidos frecuentes de agresión verbal o física. La agresividad suele ser desproporcionada para disparar el motor. Esto no suele ser premeditado, sino una señal de falta de control. El trastorno o problemas de conducta puede ocurrir con depresión, ansiedad y trastornos por uso de sustancias.
    • Trastorno de la conducta. Se define como un patrón persistente y repetitivo de problemas de conducta en el que se violan los derechos fundamentales de los demás o normas sociales importantes, incluido el comportamiento agresivo que causa daño corporal, amenazas, crueldad, comportamiento no agresivo que causa pérdida o daño a la propiedad, fraude, robo y violaciones graves. Los estudios muestran que el 20-40% de los niños con TDAH también tienen trastornos de la conducta.

     

    ¿Cómo saber si mi hijo tiene un problema de conducta?

    • Se enfada frecuentemente.
    • Contesta de malas maneras.
    • Desafía con la postura y con la mirada.
    • No obedece o se resiste a obedecer.
    • Culpa a os demás de lo que hace él.
    • Se muestra rencoroso y vengativo.
    • Miente.
    • Se muestra cruel con compañeros, animales…
    • Comete hurtos.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con sus problemas de conducta?

    • Hacer consciente a mi hijo de que sufre de problemas de conducta y que consecuencias negativas está teniendo para él/ella.
    • Reducir significativamente las conductas negativistas agresivas que protagonizan sus problemas de conducta, mejorando su gestión emocional y autocontrol.
    • Construir una identidad nueva fuera de la agresividad, enfocándonos en otros objetivos vitales.
    • Mejorar sus habilidades de comunicación para reducir la conflictividad familiar y la negociación de las nuevas normas.
    • Generar un espacio imparcial y seguro donde poder comunicarse de manera asertiva para reducir los problemas de conducta.
    • Recuperación de hábitos y rutinas, mejorando otros posibles problemas de conducta como el consumo de sustancias o la depresión.
    • Mejorar sus relaciones sociales, dándole el criterio para elegir y mantener relaciones saludables y alejarlo de algunos posibles activadores de los problemas de conducta.
    • Aumentar la autoestima y la sensación de autoeficacia en sí mismo, dotándole de una buena base que lo alejen de la inestabilidad y los problemas de conducta.
    • Trabajar con la familia estableciendo nuevos límites y pautas educativas correctas que hagan desaparecer los problemas de conducta.
    Trastornos de eliminación: enuresis y encopresis

    Los problemas psicológicos en la infancia suelen causar angustia no solo al niño, sino también a los padres o a los familiares más cercanos a él. Esta inestabilidad mental en la infancia puede manifestarse de manera inusual, como ocurre con los trastornos de eliminación. Estos cambios en el control de esfínteres a menudo se asocian con sentimientos de incomodidad y ansiedad.

    El concepto de trastorno de eliminación hace referencia a un cambio que puede aparecer durante la infancia, afectar el estado psicológico y conductual del niño y crear sentimientos de angustia en el niño y en el resto de la familia. A veces este cambio puede llegar a ser tan pronunciado que se convierte en fuente de conflicto dentro del núcleo familiar.

    La naturaleza del trastorno de eliminación implica el control del esfínter. Aunque cada bebé es diferente, este control se suele conseguir entre los 18 y los 36 meses.

    Entre las conductas o comportamientos incluidos en esta categoría se encuentran la enuresis o continencia urinaria diurna y nocturna y la encopresis o continencia fecal diurna y nocturna. En el caso del trastorno de eliminación, el niño no consigue este control, muchas veces con dos desenlaces diferentes: enuresis funcional o micción incontrolada, que suele aparecer una vez conseguido el control urinario y que muchas veces no se diagnostica hasta los 5 años y generalmente ocurre durante el sueño.

    Por otro lado, encontramos la encopresis funcional, que se refiere a la evacuación de heces en momentos y situaciones inapropiadas, ya sea de forma voluntaria o no intencionada. En este caso, la edad aproximada de diagnóstico es de 4 años.

    En la mayoría de los casos, los dos trastornos de la eliminación convergen; Sin embargo, este no es necesariamente el caso. Además, cada uno de ellos se acompaña de características psicológicas, causas y síntomas característicos.

    Sin embargo, tanto con mojar la cama como con mojar la cama, las familias a menudo se sienten impotentes y confundidas. La razón es que no existe una única causa posible para estos comportamientos, y la aparición de síntomas emocionales en los niños aumenta la ansiedad y la frustración de los padres.

     

    Micción involuntaria funcional o enuresis

    Por enuresis funcional, nos referimos a la incapacidad de un niño para controlar la micción, lo que provoca que la orina pase por la noche o en momentos y lugares inapropiados. Este comportamiento a menudo ocurre de manera no intencional y voluntaria. Para hacer un diagnóstico preciso de enuresis nocturna funcional, debe estar presente después de las etapas de desarrollo; Esto significa que a esta edad el niño ya puede controlar la micción (más de 3-4 años). Además, primero es necesario excluir posibles causas físicas u orgánicas como el tamaño de la vejiga, causas hereditarias o ciclos del sueño.

    Hay varias características distintivas de la enuresis nocturna funcional:

    • Mojar la cama ocurre al menos dos veces por semana durante tres meses seguidos.
    • Puede causar dolor intenso y malestar clínico. Además de afectar el desarrollo social y académico.
    • Estos comportamientos no pueden explicarse por una causa orgánica como una enfermedad o el uso de drogas o diuréticos.
    • Cuando aparece por la noche, tiende a aparecer después de unos 30 minutos a 3 horas de sueño.
    • En la mayoría de los casos, el niño no controla su vejiga, esto se llama mojar la cama primaria. Sin embargo, en alrededor del 20% de los casos, la enuresis nocturna es secundaria a un evento o situación estresante o traumática.

    Las posibles causas de un trastorno de eliminación como la enuresis pueden ser físicas (el tamaño de la vejiga o la debilidad muscular, así como causas genéticas o ciclos de sueño). El profesional de la salud o psicólogo debe realizar una evaluación psicológica para detectar posibles factores o causas psicológicas. Pero, a veces, la enuresis nocturna funcional se acompaña de síntomas emocionales y conductuales. Sin embargo, todavía no es posible determinar si esta es la causa del trastorno en sí o su efecto, por el contrario. En cuanto a los orígenes psicológicos de la enuresis nocturna funcional, los estudios de casos apoyan la idea de pasar por períodos de estrés y ansiedad, así como exposición a traumas y crisis psicosociales como el parto. Los síntomas psicológicos que pueden sufrir son:

    • Agresividad e ira.
    • Sentirse reticentes a dormir fuera de casa.
    • Vergüenza.
    • Autoestima baja.
    • Irritación en las zonas genitales.
    • Encopresis funcional.

    En el caso de encopresis funcional, el trastorno de eliminación se manifiesta por la excreción voluntaria o involuntaria de heces en momentos inadecuados. En este caso, el diagnóstico indica que el problema debe persistir durante al menos tres meses y el niño tiene más de cuatro años. Este trastorno de eliminación presenta una serie de rasgos característicos:

    • Esto sucede más durante el día que durante el sueño.
    • Esto se debe a que en el 50% de los casos el aprendizaje es pobre en el control del esfínter (el esfínter primario) mientras que en el otro 50% el aprendizaje consiste en una respuesta retrógrada a un evento o situación traumática (a partir de los 8 años).
    • Este comportamiento no puede explicarse por una condición médica o por el uso de medicamentos o laxantes.

     

    Al excluir las posibles causas físicas de los trastornos digestivos, como el estreñimiento y las heces blandas, es posible encontrar ciertos factores psicológicos que provocan este tipo de trastorno excretor. La mala formación y educación en higiene, la formación demasiado temprana o la aparición de un estado emocional como el trastorno de oposición o el trastorno de conducta suelen ser las principales causas de este deterioro. Los síntomas físicos y psicológicos que pueden sufrir los niños con este trastorno de eliminación son:

    • Sentimientos de ira y vergüenza.
    • Síntomas del neurodesarrollo como problemas de atención, hiperactividad, impulsividad, falta de tolerancia a la frustración y falta de coordinación.
    • Trastornos estomacales como dolor de estómago y estreñimiento. Las infecciones del tracto urinario pueden ocurrir en las niñas.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con su trastorno de eliminación?

    • Desarrollar unos correctos hábitos de micción y defecación que le ayuden en su trastorno de eliminación.
    • Aprender técnicas de aprendizaje sobre o el control de esfínteres.
    • Ayudarnos de aparatos de alarma que mejoren el trastorno de eliminación.
    • Gestionar los síntomas emocionales que han provocado o han surgido a partir del trastorno de eliminación, como la culpa o la vergüenza.
    • Dar pautas a las familias para saber gestionar la situación, y no realizar conductas de reprimenda cuando ocurra el trastorno de eliminación.
    • Aumentar la autoestima y la autoeficacia de los pequeños, contabilizando sus pasos.

     

    Bajo rendimiento escolar

    Desafortunadamente, el bajo rendimiento escolar es más frecuente de lo que nos gustaría. Además, no siempre es fácil encontrar la causa y hay pocas soluciones. El bajo rendimiento escolar en nuestra sociedad durante décadas se ha asociado con el bajo interés de los estudiantes, la pereza, etc.

    Diversos estudios indican que aproximadamente el 20% de los niños pueden experimentar diversos síntomas que les hacen sufrir un bajo rendimiento escolar e incluso la deserción escolar. ¿Cómo se puede revertir esta condición que afecta a uno de cada cinco niños? Lo primero es encontrar las razones. Tras el análisis, se buscará la solución más adecuada a este bajo rendimiento escolar.

    Las posibles razones del bajo rendimiento escolar son:

    • Falta de motivación: Este es el principal factor. Por alguna razón, el chico no encontraba la atención necesaria en las clases generando así un bajo rendimiento escolar.
    • Factores genéticos: Puede haber factores ligados a la herencia genética de los jóvenes, hecho que les impide tener atención, visión o audición, por ejemplo.
    • Condiciones ambientales: El entorno en el que se mueven los chicos, como una clase conflictiva, es también en muchos casos la razón de su bajo rendimiento escolar.
    • Trastornos: También existen muchos trastornos que impiden que los estudiantes se desarrollen al máximo de su potencial. Por ejemplo, dislexia, dislexia o dispepsia.
    • Factores emocionales: muchas veces asociados a problemas en el hogar, bullying, ansiedad y depresión etc, que no permiten prestar atención en clase y generan un bajo rendimiento escolar.

     

    ¿Cómo saber si mi hijo tiene un problema de bajo rendimiento escolar?

     

    En primer lugar, es necesario analizar la situación para descubrir los síntomas. Dado que los perfiles de estos niños o adolescentes pueden ser muy diferentes, según su problemática:

    • Los hay muy trabajadores, aunque no les resulta productivo.
    • Los hay pasivos, por la desmotivación y baja autoestima.
    • Los que no terminan de integrarse en las dinámicas de clase por problemas de adaptación.
    • Los que entran en conflictos con facilidad.
    • Los que se les ve ausentes casi todo el tiempo, preocupados e hipervigilantes.

     

    ¿Cómo puede la terapia psicológica ayudar a superar el bajo rendimiento escolar?

    • Ayudar a delimitar a la causa del bajo rendimiento escolar: siempre es importante hablar con el niño, observar y ver cuál es el origen de su bajo rendimiento escolar.
    • Crear nuevas rutinas: es importante que el niño o joven cree sus propias rutinas, y que estas incluyan los hábitos de estudio. Para ello, los horarios fijos, la adecuación de un espacio propio y la gestión correcta del tiempo son habilidades y entornos que el chico ha de potenciar.
    • Contribuir a potenciar su capacidad de esfuerzo: el alumno debe ser responsable, autosuficiente y con capacidad de esfuerzo propia para mejorar su bajo rendimiento escolar. Es necesario que aprenda a imponerse metas para lograr el objetivo final y mejorar sus calificaciones.
    • Gestionar las emociones que puedan estar influyendo en su bajo rendimiento escolar.
    • Enseñar técnicas para tolerar la frustración y el fracaso, mejorando su resiliencia.
    • Asimilación de técnicas de estudio: también será necesario que el estudiante aprenda nuevas técnicas de estudio que le ayuden a asimilar mejor las temáticas. Puede probar con la creación de mapas conceptuales, con la sintetización de información, con una mejor organización de las tareas, etc.
    • Aumentar su autoestima y no basarla en el logro académico sino en sus esfuerzos.
    • Trabajar con la familiar para saber manejar el problema de bajo rendimiento escolar, y no cometer conductas que perjudiquen su proceso, exigirles según su nivel y capacidad: debemos ser exigentes con los alumnos, pero siempre adecuándose a su estado, a su nivel y a su desarrollo. No se puede exigir lo mismo a un chico de 7 años que a otro de 17, por ejemplo. Además, habrá que atender a su situación personal, a su nivel de progreso, a su estado emocional, etc.
    • Trabajar con los profesores, una actitud proactiva y de cooperación será lo más beneficioso tanto para los niños como para los padres, como para mejorar el bajo rendimiento escolar.
    Autoestima

    La autoestima es un grado de autoaceptación, basado en una combinación de información objetiva sobre uno mismo y una evaluación subjetiva de esta información.

    Durante los primeros años de vida pueden surgir situaciones de baja autoestima, incluso con padres cariñosos y devotos. Los padres deben enseñar a los niños y jóvenes a no comportarse de manera inapropiada. Sin embargo, al decirles que hicieron algo mal, corre el riesgo de hacerlos sentir mal. Por eso, es muy importante saber transmitir el mensaje para educarlos sin dañar su autoestima.

    Los psicólogos consideran que la autoestima alta es un factor muy importante en el desarrollo de un niño. Los niños y adolescentes con alta autoestima están más motivados para aprender y desarrollarse mejor, tienen una mayor tolerancia a la decepción y tienen más confianza.

    ¿Qué síntomas físicos puede tener un niño o adolescente con baja autoestima?

    Las manifestaciones clínicas de baja autoestima en niños y adolescentes varían según su edad y desarrollo cognitivo y emocional. Los posibles síntomas físicos son:

    • Insomnio.
    • dolor de estómago.
    • Dolor de cabeza.
    • Huir cuando se enfrente a una situación que no crea posible.
    • Temblores y nerviosismo.

     

    ¿Qué síntomas cognitivos pueden tener los niños o adolescentes con baja autoestima?

     

    Los síntomas cognitivos se refieren a un conjunto de creencias, pensamientos e imágenes. Las manifestaciones clínicas de baja autoestima en niños y adolescentes varían según su edad y desarrollo cognitivo y emocional. A nivel cognitivo, las ideas y creencias que pueden surgir son:

    «No puedo hacer nada bien»

    «No puedo hacer todo como los demás»

    «No quiero intentarlo. Sé que no funcionará para mí».

    «Sé que no puedo hacer eso»

    «Soy estúpido»

    «Soy inútil»

    «No me gusta mi cuerpo»

    «Ojalá fuera otra persona»

     

    ¿Qué comportamientos pueden exhibir los niños o adolescentes con baja autoestima?

     

    Los síntomas conductuales de los niños y adolescentes con baja autoestima no siempre son evidentes y pueden confundirse con otras causas. Algunos de los síntomas conductuales que pueden aparecer son:

    • Tristeza.
    • Tener poca actividad social y pocas actividades.
    • Comportamientos desafiantes y agresivos.
    • Autoexigencia o perfeccionismo extremo.
    • Intentar complacer al resto.
    • Dudar constantemente sobre sus decisiones (por miedo a equivocarse o no contentar a los demás).

     

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo a mejorar su autoestima?

    • Ser consciente del problema de baja autoestima y como está afectándole en su vida.
    • Aprender a identificar y modificar pensamientos irracionales que nos hacen daño. Cambiar pensamientos limitantes como el “no puedo” o “todo me sale mal” de las personas con baja autoestima.
    • Autocompasión. Aprender a hacerse críticas constructivas y hablarse con el respeto que merece por ser persona y no entrar en un bucle de automachaque que dañe su autoestima.
    • Poner metas realistas. Entender que somos humanos y no poder exigirnos el nivel máximo cada día, no entrar en comparaciones constantes con los demás, marcar nuestros propios objetivos. Empezar a hacerlo y mejorar su autoestima cada día.
    • Gestionar emociones como la tolerancia a la frustración o el miedo al fracaso.
    • Autocuidado. Saber dónde están nuestros límites, cuál es la mejor forma de cuidarse y cómo lo va a llevar a cabo para que no se vea afectada mi autoestima.
    • Decir que no. Aprender a reconocer nuestras necesidades y saber expresarlas a los demás con las técnicas de comunicación adecuadas. No acceder a peticiones que no quiero o no puedo hacer por complacer a los demás.
    • Valorar sus cualidades y logros, y aprender a aceptar sus defectos. Fortalecer las conexiones cerebrales sobre aquello que soy, para poder recordarlo, celebrarlo y darle la importancia que tiene y poder reforzar su autoestima. A su vez, conocer sus debilidades para aceptarlas.
    • Dar a la familia pautas concretas para ayudar a fomentar una buena autoestima.
    TDAH

    El trastorno por déficit de atención/hiperactividad, comúnmente conocido como TDA o TDAH, es un trastorno del neurodesarrollo que comienza en la niñez y, a menudo, continúa hasta la adolescencia y la edad adulta. El TDAH se caracteriza por la presencia persistente de un patrón de hiperactividad, impulsividad e inatención, que afecta negativamente al desarrollo y rendimiento. La atención es una cualidad afectada en el TDAH. Muchos niños con un trastorno del neurodesarrollo tienen más de un trastorno del neurodesarrollo. Por ejemplo, muchos niños con TDAH también pueden tener ciertas dificultades de aprendizaje. Con la disponibilidad de datos, podemos decir que el TDAH es el trastorno neuropsiquiátrico más común en niños, especialmente en hombres.

    Al menos dos de los cinco síntomas principales del TDAH están incluidos en las siglas que lo definen: inatención e hiperactividad. Otros tres síntomas son igualmente importantes: impulsividad, debilidad ejecutiva e inestabilidad emocional.

    Hay varias razones por las que una persona puede desarrollar TDAH. Se han sugerido varios factores: la dieta alta en azúcar, los genes, el estilo de vida materno durante el embarazo y los bebés con bajo peso al nacer. Entre todas las causas, destaca una alta heredabilidad estimada del 75%.

     

    En cuanto a los tipos de TDAH, se categorizan en tres grupos: mayoritariamente inatentos, mayoritariamente hiperactivos e impulsivos, y mixtos. El combinado es el más peligroso de las tres categorías.

     

    • TDAH con presentación mayoritariamente inatenta

    Este es el tipo menos común (alrededor del 10% de los diagnósticos de TDAH), pero el más difícil de diagnosticar porque el componente hiperactivo siempre es más prominente que el componente de falta de atención. Las mujeres con TDAH a menudo tienen este subtipo.

     

    • Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) con manifestaciones predominantes de hiperactividad e impulsividad

    Este tipo representa alrededor del 30% de los casos diagnosticados de TDAH. Su asociación con trastornos del comportamiento la convierte en una clase anterior de enfermedad. Este tipo de TDAH es más común en hombres (proporción 4:1).

     

    • TDAH con presentación combinada

    Este es el tipo más común y ocurre en aproximadamente el 60% de las personas con TDAH. Este es el tipo más asociado con la comorbilidad con otros trastornos mentales como la ansiedad y el abuso de sustancias.

     

    Las consecuencias que puede sufrir una persona con TDAH son:

    • Bajo rendimiento académico o laboral.
    • Problemas de comportamiento.
    • Dificultad para crear relaciones sociales.
    • Baja autoestima.
    • Agresividad y falta de control.
    • Ansiedad y Depresión.
    • Abuso de alcohol y sustancias.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con TDHA?

    • Ayudar en la comprensión del TDHA, viendo cómo afecta en su vida.
    • Generar una actitud positiva a la medicación, y una buena adherencia al tratamiento.
    • Mejorar la regulación emocional y la inteligencia emocional.
    • Reeducar la tendencia a la procrastinación.
    • Generar estrategias para conseguir y mantener el orden: clasificar, tirar cosas acumuladas, tener un sitio para cada cosa.
    • Aprender a valorar la recompensa diferida que ofrecen las rutinas y no relacionarlas con emociones negativas displacenteras.
    • Mejorar la organización y planificación del tiempo; para evitar llegar tarde, calcular mal el tiempo o perder el tiempo.
    • Aprender a mirar el reloj y tener conciencia de la hora que es y el tiempo que ha llevado realizar una determinada tarea (temporizar las tareas).
    • Evitar distracciones y aprender a reconocer cuando se está distraído.
    • Planificar tareas académico-laborales y domésticas, pero también lúdicas, de cuidado personal y de descanso. Estas planificaciones han de ser realistas y flexibles.
    • Aprender la diferencia entre lo importante y prioritario. Lo prioritario puede no ser lo más importante, pero si tener un plazo para ejecutarse, por ejemplo, asistir a una reunión o preparar un examen. Puede haber otras cosas más importantes, pero que se puedan aplazar.
    • Educar a la familia en el TDAH y mejorar sus reacciones ante sus hijos.
    Problemas de lectoescritura

    Aprender a leer y escribir es una de las etapas más importantes de la infancia. Es fundamental tener un adecuado proceso de enseñanza y aprendizaje. Sin embargo, hay niños a los que les resulta difícil en estas áreas, teniendo problemas de lectoescritura.

    Antes de establecer que el niño tiene problemas de lectoescritura, se debe descartar que el niño tenga cambios en la visión o la audición, que el niño no tenga problemas físicos que puedan interferir con la lectura, y que no tenga trastornos emocionales o nerviosos y el coeficiente intelectual estándar. Hay varias razones para que un niño pueda tener problemas de lectoescritura, como métodos de enseñanza inadecuados o factores ambientales desfavorables, entre otros. También evaluaremos otros aspectos importantes como la dificultad de copia, cambios de lateralidad, cognición, mentalidad, atención, aritmética, memoria, seguimiento de órdenes complejas…

    Escribir y leer son dos procesos diferentes, pero son dos caras de la misma moneda. Usan el mismo código para decodificar, sin embargo, los propósitos para los que fueron escritos son diferentes de aquellos para los que fueron leídos. Al crear un texto, el sujeto utiliza las mismas etiquetas, pero la intención lo guía a buscar posibles combinaciones para construir exactamente lo que quiere expresar. Puede ocurrir que los niños o niñas tengan un retraso en el desarrollo de la lectura y por tanto de la escritura. Este retraso se manifiesta con mayor frecuencia en la edad en que los niños empiezan a aprender a leer, entre los 6 y los 8 años, aunque puede empezar a detectarse entre los 4 y los 5 años.

     

    Signos de problema de lectoescritura:

     

    En cuanto a la escritura:

    • Cambiar el orden de todas o parte de las letras.
    • Problemas de dirección de trazo para algunas letras.
    • Caracteres similares confusos, como /p/-/b/p/d/-/b/.
    • Torpeza y falta de coordinación manual.
    • La posición incorrecta de los niños y el papel al escribir.
    • Mayor o ningún esfuerzo al escribir.
    • Múltiples errores de edición (eliminaciones, reemplazos, reversiones o adiciones).

    Sobre el área de lectura:

    • Deterioro de lectura.
    • El rendimiento estuvo significativamente por debajo de las expectativas en cuanto a sus características personales y escolares.
    • Tiene problemas para resaltar ciertos caracteres o leerlos en el orden correcto.
    • Ignora letras o palabras.
    • Lee despacio, mezcla las sílabas, salta las líneas… Las palabras y las oraciones son difíciles de leer.
    • No entender la lectura.

     

    Los tipos de problemas de lectoescritura más comunes son:

    • Dislexia

    Los problemas de lectoescritura afectan la capacidad de leer y reconocer palabras, por lo que los niños las malinterpretan y las cambian, pierden o confunden letras y fonemas, alteran el orden o emiten sonidos confusos. Esto también afectará la escritura ya que se cambiará la ortografía de la letra. Puede ser adquirida, es decir, por daño cerebral, o progresiva.

     

    • Digrafía

    La digrafía es una discapacidad de aprendizaje más estrechamente relacionada con el proceso de escritura e incluye a estudiantes que tienen dificultad para coordinar los movimientos de las manos. Todo esto conduce a problemas con el movimiento, incapacidad para usar instrumentos de escritura y, por lo tanto, para aprender a escribir, generando el problema de lectoescritura.

     

    • Disortografía

    Este problema de lectoescritura hace que los estudiantes no puedan relacionar el proceso de escritura con las reglas ortográficas que se les imponen. Dificultad para reconocer, comprender y escribir símbolos utilizados en el aprendizaje de la escritura.

     

    • Retraso en la lectura

    Se caracteriza por problemas de lectoescritura relacionados con la velocidad de lectura, la precisión y la comprensión. Esto es una consecuencia porque los estudiantes tienen dificultad para descifrar las palabras que quieren leer. En resumen, no puede reconocer los sonidos en las palabras, lo que conduce a una lectura deficiente y una comprensión lectora lenta.

     

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo a superar un problema de lectoescritura?

    • Detectar el problema de lectoescritura en concreto, y analizar que apartados hay que mejorar.
    • Dar entrenamiento y herramientas cognitivas para resolver su problema de lectoescritura.
    • Incrementar su motivación a través de tareas divertidas y psicología positiva para que no lo sientan como una tarea más y mejoren su relación con el problema de lectoescritura.
    • Aumentar su autoestima y la confianza en sí mismos mejorando su problema de lectoescritura.
    • Educar a la familia para que sepan cómo gestionar este problema de lectoescritura.
    TEA

    Los trastornos del espectro autista (TEA) son un grupo de trastornos del desarrollo, cuyos síntomas suelen ser crónicos y pueden variar de leves a graves. 1 de cada 100 niños tiene algún tipo de trastorno del espectro autista, aunque investigaciones recientes de los Estados Unidos confirman que el TEA tiene una prevalencia del 68 %.

    En general, el trastorno del espectro autista o TEA se caracteriza por deficiencias en la capacidad del individuo para comunicarse y establecer relaciones sociales. Es un trastorno complejo que afecta el desarrollo del individuo afectado y generalmente se diagnostica alrededor de los 3 años de edad.

     

    Tipos de trastornos del espectro autista (TEA)

    • Síndrome autista o de Kanner

    Este es el trastorno que la mayoría de las personas asocia con el TEA. Las personas autistas tienen vínculos emocionales limitados con los demás y parecen estar inmersos en su propio mundo. Es más probable que muestren comportamientos repetitivos, como la capacidad de alinear y reorganizar el mismo grupo de objetos de un lado a otro durante largos períodos de tiempo. Son muy sensibles a estímulos externos como el sonido. Es decir, pueden ponerse nerviosos o agitados cuando se exponen a ciertos ruidos, luces brillantes o sonidos o viceversa, insistirán en usar ciertas prendas o colores o querrán acostarse en ciertas áreas de la habitación sin motivo aparente.

     

    • Síndrome de Asperger

    El síndrome de Asperger es un TEA cuyo diagnóstico es más complejo, y en ocasiones este diagnóstico se realiza más tarde que el caso anterior. Esto se debe a que estas personas tienen una inteligencia promedio (alta), lo que puede causar dificultades y limitaciones que se subestiman. Así, esta carencia radica en el dominio de las habilidades y el comportamiento social, lo suficientemente importante como para afectar gravemente su desarrollo e integración social y profesional. Además, las personas con síndrome de Asperger muestran falta de empatía, mala coordinación psicológica, incapacidad para entender el sarcasmo o el doble sentido del lenguaje y obsesión por determinados temas. La causa del síndrome de Asperger parece ser un mal funcionamiento de varios circuitos cerebrales, siendo las áreas afectadas la amígdala, los vasos temporales y cerebrales y el cerebelo, que son áreas del cerebro involucradas en el desarrollo del cerebro y de las relaciones sociales. Aunque los medios de comunicación ayudaron a difundir la imagen del síndrome de Asperger, en el que la condición se describe como un TEA asociado con una gran inteligencia, cabe señalar que la mayoría de las personas agrupadas en este grupo no estaban significativamente por encima del promedio, y muy pocos de ellos puntuaron muy bien.

     

    • Trastorno de integración infantil o síndrome de Heller

    Este trastorno, conocido como síndrome de Heller, suele aparecer alrededor de los 2 años, aunque es posible que no se diagnostique hasta los 10 años. Es similar al autismo previo en que afecta a las mismas áreas (lenguaje, funcionamiento social y motricidad), aunque se diferencia de éstas por sus características regresivas y abruptas, pudiendo llegar incluso a hacer que la persona tome conciencia del problema. Las personas con síndrome de Heller pueden desarrollarse con normalidad hasta los dos años, momento a partir del cual aparecerán los síntomas característicos de este TEA. Diversos estudios han concluido que este trastorno es de 10 a 60 veces menos frecuente que el autismo. Sin embargo, su pronóstico es peor.

     

    • Un trastorno generalizado del desarrollo que no se menciona de otra manera

    Cuando los síntomas clínicos de las personas con TEA son muy heterogéneos y no encajan completamente en las tres categorías anteriores, se utiliza la nomenclatura diagnóstica “trastorno difuso del desarrollo no especificado”.

    Las personas con este trastorno se caracterizan por una falta de reciprocidad, graves problemas de comunicación e intereses y actividades limitadas, restringidas y estereotipadas. Cabe señalar que, si bien el resto de las formas de autismo ya son diversas en sí mismas, en esta última categoría es importante considerar las características únicas de cada individuo, y no caer en la trampa de la nomenclatura. Una descripción completa de la persona. Este sistema de clasificación es solo una ayuda que te permite apoyarte en un conjunto de conceptos para comprender mejor la condición, pero no agota todas las explicaciones posibles sobre lo que está pasando cada persona o cuáles son sus necesidades.

     

    ¿Cómo puede ayudar la terapia psicológica a mi hijo con un TEA?

     

    • Ayudar a los niños con TEA con su desarrollo general, pueden mejorar el razonamiento y las destrezas de comunicación en el niño pequeño.
    • Mejorar las destrezas sociales, las destrezas para llevar la vida cotidiana o la intensidad de los síntomas del TEA.
    • Enseñar a los padres a cómo ayudar a sus hijos con TEA.