Como bien menciona el título de este post, el duelo se define como aquél proceso emocional normal que atraviesa una persona tras haber experimentado una pérdida significativa para él/ella. Desde aquí, queremos hacer hincapié en la parte de “pérdida significativa” ya que, aunque el duelo suele asociarse a la pérdida de una persona amada, existen una gran cantidad de pérdidas que son relevantes para cada persona y que pueden ser fruto de sufrimiento y malestar. Si te interesa conocer cuáles son los tipos de duelo más frecuentes, qué diferencia a un duelo habitual de uno “patológico” o “prolongado”, cuáles son sus fases y algunos tips para procesar la pérdida e integrarla de nuevo en nuestra vida, quédate que te lo contamos todo un poco más abajo.

Como siempre, después de definir y delimitar qué es un duelo, nos gustaría arrojar un poco de luz a qué  tipos de duelo existen. Esto es muy relevante porque, abriendo un poco la mente sobre aquello que puede suponer un duelo para otra persona, podemos comprender mejor su experiencia interna, volvernos más empáticos y ayudarle a gestionar la pérdida. Por ello, los tipos de duelo más frecuentes son. 

  • En primer lugar, la pérdida de un ser querido. El fallecimiento de algún familiar, amigo y persona importante para nosotros puede generar mucho malestar, tristeza y desesperanza. Llegando incluso, a perder el sentido de la propia vida. 
  • En segundo lugar, una ruptura de una pareja. La culminación de una relación, las expectativas de lo que podía haber sido y no fue, la tristeza por los errores cometidos, el miedo a no encontrar a otra persona, o incluso la dificultad de tener que realizar tus actividades diarias sin esa persona puede generar mucho malestar interno. 
  • En tercer lugar, la pérdida de un empleo. Perder un trabajo, sobre todo uno que llevamos desempeñando durante varios años, puede ser muy duro. Hay que tener en cuenta que en ellos pasamos una gran cantidad de horas, y es el lugar donde nos realizamos personal y profesionalmente. Sumando a esto el miedo de no poder conseguir otro, o no hacerlo con la misma posición, la añoranza de lo perdido y las preocupaciones económicas y/o de edad que las personas cargan a su espalda. 
  • En cuarto lugar, los cambios de roles. Toda transición de rol o mejor dicho, todo cambio de etapa o todo desarrollo implica abandonar ciertas conductas, espacios y personas que antes teníamos establecidos como habituales. Y en esta fase de cambios, de abandonar ciertas cosas que dábamos por hecho y de “reconstruirnos” para dirigir nuestra vida hacia otros espacios hay algunas personas que pueden sufrir mucho malestar y sentirse muy perdidas. Un ejemplo de ello serían los adultos que se jubilan y abandonan sus rutinas, a sus compañeros, los espacios que antes frecuentaban y lo útiles que se sentían. O los padres que ven cómo sus hijos poco a poco dejan de depender de ellos, mantienen más distancia y viven su propia vida.
  • Y por último, la pérdida de una mascota. Perder a un ser que está a nuestro cuidado y con el que compartimos nuestra vida siempre ha sido duro, no obstante, con el paso del tiempo se le ha ido dando más importancia al papel que cumplen las mascotas en nuestra vida llegando a ser considerados parte de nuestra familia, seres que nos acompañan en el día a día y con los que compartimos alegrías y penas.. Por ello, para algunas personas el posible fallecimiento de su mascota podría equipararse al de un familiar o un amigo. 

Una vez conocidos los tipos de duelo más comunes ¿cómo sé si mi proceso de duelo es patológico, complicado o habitual? Bien, para responder a esta pregunta tenemos que empezar por conocer cuáles son las reacciones normales ante cualquier pérdida. Siendo estas las siguientes:

  • Tristeza:  experimentar una tristeza profunda o necesidad intermitente de llanto tras una pérdida es normal y está bien. Desfogar emocionalmente nos ayudará a procesar la pérdida. 
  • Nostalgia: experimentar anhelo por la pérdida, tener en mente muchos recuerdos y desear que no hubiese ocurrido también es normal y parte del proceso de duelo que más adelante explicaremos.
  • Negación: una de las dificultades más comunes en el proceso de duelo suele ser asumir la pérdida y las implicaciones que derivan de la misma. Por lo tanto, la negación es un mecanismo de defensa muy frecuente entre los afectados.
  • Ira: sentirse enfadado o irritado tras la pérdida con la misma es habitual.
  • Culpa: experimentar remordimiento, cuestionar si hicimos todo lo que pudimos, si pasamos todo el tiempo posible o si queda alguna cuenta pendiente es frecuente y parte del proceso.
  • Ansiedad: materializado en experimentar miedo ante la nueva situación sin la pérdida y ante el futuro.
  • Problemas para dormir: padecer dificultades para conciliar el sueño, o experimentar despertares o terrores nocturnos es también frecuente.

Pero, si experimento todo eso, ¿cómo sé si se está complicando mi duelo o si estoy dentro del proceso de asunción de la pérdida habitual? En primer lugar, autores y académicos de la psicología hablarían de un duelo complicado cuando este se excede en el tiempo y tiene síntomas muy intensos. No obstante, a nosotras no nos gusta delimitar un tiempo pues consideramos que la experiencia emocional de cada persona es incuestionable. Por ello, sí que nos quedamos con el criterio de experimentar de manera muy intensa los anteriores síntomas. Así como, con la suma de alguno de los siguientes:

  • Dificultad persistente para aceptar la pérdida: entendidas como, evitar hablar de la pérdida, de lo que ha significado para sí misma, o seguir manteniendo las mismas rutinas y actividades que antes se realizaban aunque le generen malestar o tristeza entre otras conductas.
  • Dificultad en la vida diaria: experimentar problemas de concentración, dificultades en la realización de tareas que antes eran rutinarias o incluso que antes disfrutaban,  o presentar problemas para el establecimiento y cumplimiento de metas o planes a futuro entre otras.
  • Aislamiento social: las personas con duelo complicado pueden evitar situaciones sociales para no hablar de la pérdida de emociones y evitar de este lodo recuerdos derivados de la misma que le generan una intensa tristeza. Además, pueden sentirse muy incomprendidos y tener dificultades para conectar y buscar el apoyo de otras personas. 
  • Preocupación excesiva por el fallecido: invertir  una cantidad elevada de tiempo pensando o hablando sobre la pérdida llegando a ocupar casi la mayor parte de su tiempo libre.

Y relacionado con esto, ¿cuándo se recomienda pedir ayuda? Desde Anabel Valencoso Psicología recomendamos solicitar apoyo psicológico cuando la persona haya dejado transcurrir un tiempo después de la pérdida (no olvidemos que es un proceso y que se ha de vivir para poder avanzar) y aún así, se sienta estancada, muy dolida y con los síntomas mencionados en el párrafo anterior. Es decir, cuando el nivel de malestar que nos genera la pérdida afecta de manera significativa al ámbito personal,  familiar, social e incluso laboral.

Y, si es un proceso, ¿cuáles son sus fases?. Dependiendo del autor se divide en unas u otras, pero en general, suelen ser las siguientes:

  • Negación: en esta etapa, las personas se encuentran completamente bloqueadas y no asumen lo ocurrido, niegan, evitan hablar de ello, mantienen su vida tal y como era antes etc.
  • Ira: las personas comienzan a sentir rabia y enfado con el objeto de duelo, empiezan a experimentar reproches, enfado por haberles dejado solos, por haber cambiado de etapa, por todo aquello que se debió decir y ciertos límites que debió establecer etc.
  • Negociación: aquí las personas comienzan a experimentar sentimientos de culpa, empiezan a revivir la historia con el objeto de duelo, reflexionan sobre qué cosas podrían haber hecho mejor, cuáles merecieron la pena y se disfrutaron… Actuar de esta manera les permite procesar la pérdida y encontrar consuelo emocional.
  • Depresión: donde la persona vuelve a experimentar un periodo de tristeza y anhelo profundo pues ya ve que es algo que no es reversible.
  • Aceptación: la persona se encuentra en la última fase, por fin ha asumido la pérdida y trata de gestionar su nueva realidad.

Aunque estas fases suelen darse de manera lineal, es decir, ordenadas. También pueden ocurrir cambios, desordenarse, tener diferente duración etc puesto que cada persona es un mundo. Por ello, en terapia se identificaría en qué fase se encuentra el paciente y se le ayudaría a transitar por todas ellas hasta poder reconstruir su vida de nuevo tras la pérdida.

Por último, y una vez comprendido la complejidad y variabilidad de duelo, nos  gustaría dar unos tips para poder gestionarlo mejor:

  • Ser paciente: entender que todo duelo es un proceso natural, que necesitamos un tiempo para asumir este acontecimiento que nos ha generado tanto impacto emocional, y que presionarnos para “hacer nuestra vida cuanto antes” sólo va a generarnos más dolor y malestar. Así como, entender que no hay un “buen o mal duelo”, que cada vivencia es única, y que cada proceso es válido y merece ser respetado. Ser nuestros mejores aliados en este proceso nos ayudará a sanar.
  • Permitirnos sentir: dar rienda suelta a las emociones, expresarlas, o incluso materializarlas-canalizarlas en actividades como pintura, canto… Bloquear las emociones, o no querer hablar de la pérdida y de cómo nos ha afectado puede generar un efecto rebote haciendo que se vuelven más intensas, duraderas y molestas.
  • Buscar apoyo: las personas somos seres sociales, necesitamos de los demás. Además de servirnos de fuente de desahogo y comprensión, las personas que son importantes para nosotras aumentan la serotonina (hormona de la felicidad) y las catecolaminas (hormonas que nos activa, que nos motivan y nos dirigen a la acción). 
  • Cuidarte a tí: es decir, buscar en el día  día cosas que te hagan feliz e instaurarlas en tu rutina. Pueden ser hobbies como bailar, hacer deporte o dibujar o pequeñas cosas como que una persona te sonría por la calle o que tu compañera de trabajo sea simpática contigo.
  • No abandonar tu rutina: es decir, tratar de continuar con lo que antes hacías, pero desde la autocompasión. Entendida esta como, escuchar lo que sientes en cada momento, ser más flexible con tu estado de ánimo y transitar esas sensaciones de llanto o de preocupación sin abandonar aquellas cosas que te mantienen activa como el trabajo, la familia, los amigos o los hobbies, y que dotan de sentido a tu vida.

Todo se podría resumir en

  1. No juzgues
  2. Cuídate a tí y a los tuyos
  3. Se paciente

Busca ayuda si lo necesitas: ya sabéis que desde Anabel Valencoso Psicología estaremos encantadas de acompañarte en cualquiera de tus procesos.